
Narcocultura: lucro y mitos
Medellín libra hoy una batalla simbólica contra el legado de Pablo Escobar. Aunque la ciudad es celebrada como ejemplo de transformación urbana, la imagen del excapo sigue generando negocio: en la Comuna 13 —territorio ajeno a la historia directa del cartel— miles de visitantes compran gorras, camisetas e imanes con el rostro del narcotraficante.
La 'Escobarización' del turismo
Vendedores como Leonardo Hernández y Adriana Agudelo afirman que los recuerdos 'escobarizados' representan la mayor parte de sus ingresos diarios; otros, como Marina Villegas, prefieren que esos artículos desaparezcan.

Ante este fenómeno, el Congreso de Colombia discute un proyecto de ley para prohibir la comercialización de objetos que exalten a condenados por narcotráfico. El impulsor, el representante Cristian Avendaño, afirma que el país "tiene cosas más importantes que resaltar que épocas de violencia" y confía en que reducir la demanda cambiará la percepción de los turistas. No obstante, el impacto recaerá sobre los vendedores ambulantes; las series, canciones y plataformas digitales seguirán intocadas.
La tensión entre negocio y memoria se refleja también en el museo que dirige Laura Escobar, sobrina del capo. Allí se denuncia la falsedad de las producciones televisivas —"el 90 % es inventado", asegura— y se muestra el dolor de las familias atrapadas por "un negocio maldito".
Narcocultura: fenómeno estético y social
Para la historiadora Marta Inés Villa, la narcocultura ya trasciende la criminalidad: se manifiesta en la estética del cuerpo, la música y celebraciones como la alborada del 1.º de diciembre, cuyo estruendo de pólvora remite a los "triunfos" de antiguos cargamentos.
En el barrio Pablo Escobar (antes Medellín Sin Tugurios), líderes comunitarios como Deiby Johan Araque y Katherine Acevedo rechazan la etiqueta de "narcopueblito". Abogan por un turismo que muestre la transformación social y reclaman apoyo estatal si la ley restringe el principal atractivo que hoy sustenta a muchas familias.
Voces de las víctimas: memoria olvidada
Las víctimas, representadas por Carlos Mario Zuluaga y Ricardo Medina —hijos de magistrados asesinados—, piden dar voz a quienes sufrieron la violencia para evitar que los jóvenes vean en el narcotráfico una vía de ascenso.
Por su parte, el crítico Omar Rincón advierte que prohibir símbolos no resuelve la raíz del problema: un "corazón narco" alimentado por la desigualdad y la lógica del dinero fácil. Mientras tanto, compositores como Alirio Castillo continúan difundiendo corridos sobre capos en plataformas digitales, ajenos a cualquier veto local. Entre la apología y la memoria, Medellín y Colombia buscan una narrativa que deje huella sin glorificar un pasado de terror.